viernes, 15 de noviembre de 2013

La poesía del antipoeta por Jorge Edwards


Dario La Segunda, Viernes 15 de Noviembre de 2013
http://blogs.lasegunda.com/redaccion/2013/11/15/la-poesia-del-antipoeta.asp

Nicanor Parra no ha tenido una relación fuerte con la vida literaria francesa. Es más chileno, más anglosajón y, aunque él mismo quizá no lo crea, más español. Su poesía es pariente de la novela picaresca, del romancero, del Quijote. Así como sabe de los grandes ingleses -Shakespeare, John Donne, quizá T. S. Eliot-, de italianos, norteamericanos (Edgar Allan Poe, Walt Whitman), rusos. Lo digo porque acabo de participar en una mesa redonda moderada por Bernardo Toro, escritor chileno en lengua francesa, con Bernard Pautrat, filósofo, amigo de Chile, casado con chilena, en la Casa de América Latina. Yo había tenido que dedicar la jornada a conversar sobre graves asuntos, tales como el arreglo de la techumbre de la embajada chilena en Francia, la próxima conferencia de Ginebra sobre Siria, el cambio de los sistemas de manejo de las valijas diplomáticas, las candidaturas del Brasil, de los Emiratos Arabes Unidos, de Turquía, a servir de sedes de la Exposición Universal del año 2020.
No tuve tiempo, en consecuencia, para releer "La víbora", el "Soliloquio del individuo", "Versos de salón" o "Poemas para combatir la calvicie". Me habría gustado hacer esa relectura, pero compruebo que la vieja condición de diplomático y escritor hizo crisis hace bastante rato. Antes se podía ser diplomático de día y escritor de noche o de madrugada. Ahora, desde que se sabe que el señor "escribe", como suelen decir las señoras, uno recibe encargos extravagantes y múltiples.
Una joven profesora prepara una tesis sobre Marcel Proust y me pide por correo electrónico que le resuma las tres razones que hacen que la Recherche sea uno de los grandes libros del siglo XX. ¡Nada menos! Y me gustaría saber por qué las razones son tres y no cuatro, o siete, o quince. Agarro, pues, algún libro, leo a la carrera versos parrianos que conocí en épocas pasadas y voy a mi encuentro. Me preguntan que cómo y cuándo conocí a Nicanor. Creo, respondo, que fue en un departamento de la calle Mac Iver, cerca de la Alameda y de la Biblioteca Nacional, allá por el año 1950, es decir, hace la friolera de sesenta y tantos años, y que me llevó Alejandro Jodorowsky. Hablo algo del diario Quebrantahuesos, hablo después del Instituto de la Maleza, que se encontraba en los faldeos de La Reina, de la Sociedad Gagá de Chile, del Antiniño. Eran juegos subversivos, bromas, ejercicios intelectuales más o menos inocentes: épocas de humor negro, de rebeliones bien o mal asumidas, de jóvenes coléricos de Inglaterra, de existencialistas de Francia, que encontraban ecos, réplicas, efectos de multiplicación, en el remoto Santiago de los cincuenta. Pero cuento, en seguida, uno de mis últimos encuentros con Nicanor. El poeta, a la salida de su casa de Las Cruces, leía un ejemplar de "Crepusculario", de Neruda. "En esta época, me decía, Pablito escribió algunos de sus mejores poemas". Y recitaba con maestría, como actor consumado, los primeros versos de "Mariposa de otoño". Estoy obligado a citar de memoria, puesto que las bibliotecas son víctimas de los viajes, y a veces sospecho que existe ahora un relativo distanciamiento entre las embajadas y los libros. "La mariposa volotea / y arde con el sol a veces. / Mancha volante y llamarada, / ahora se queda parada / sobre una hoja que la mece. / Me decían, no tienes nada, / no estás enfermo. Te parece..." Leímos otros versos y coincidimos en la admiración por su tono juvenil, fresco, de salida de la adolescencia, de cercanía con la naturaleza. Pero me quedé pensativo frente al paso que ambos poetas dieron en busca de la madurez: Neruda y el hermetismo de "Residencia en la tierra"; Parra y la originalidad ácida, llena de humor negro, de los antipoemas. Pues bien, recuerdo ahora, quizá porque han pasado tantos años, algunos poemas juveniles de Nicanor Parra, equivalentes, en sus años de formación, a esa visión nerudiana de una mariposa en los crepúsculos de la calle Maruri. "A recorrer me dediqué esta tarde / las solitarias calles de mi aldea...". Son evocaciones provincianas, sentimentales, punzantes. "Juro que no recuerdo ni su nombre / mas moriré llamándola María..."
En la poesía de Nicanor Parra descubro una diferencia interesante, algo que la distingue de Neruda y de muchos otros: el poeta entra en el manantial de los antipoemas, de los artefactos, de los guatapiques, de las instalaciones, pero no abandona por completo el tono lírico, coloquial, sentimental, nostálgico, de sus comienzos. Tengo la impresión de que en sus momentos más emotivos, más íntimos, ese tono vuelve: en el poema a la muerte de su hermana Violeta, por ejemplo, o en evocaciones de su hija Catalina, "Catalina Pálida". Si no me hicieran tantas preguntas y me pidieran tantas cosas simultáneas, me gustaría mucho estudiar más a fondo esa poesía de Parra anterior y a veces paralela a la antipoesía. Creo que ese poema al "hombre imaginario" pertenece a la misma familia. Y algunos versos de "La cueca larga".
Me dedico cada vez que puedo a reunir mis ensayos y, si me dejan, me propongo escribir uno sobre Parra antes de Parra, sobre su poesía en oposición, como preámbulo y también en paralelo a su antipoesía tema. Siguiendo, como siempre, las enseñanzas de Montaigne: la de escribir "ensayos", no "resultados". 

No hay comentarios:

Publicar un comentario