lunes, 2 de septiembre de 2013

EL JOVEN NICANOR PARRA

El joven Nicanor Parra, por Matías Rivas


por Matías Rivas

Publicado en La Tercera, 08 de abril de 2011
Cada vez que hablo con Nicanor Parra quedo impresionado por su curiosidad. No es común que una figura de su calibre intelectual (como el poeta más importante de la lengua española) continúe investigando y ampliando el radio de sus intereses. Lo típico es que cuando un artista acierta en la creación, se congele y petrifique para no arruinar lo que ha logrado. Parra, en cambio, pertenece a otra estirpe: es menos complaciente y más luminoso, más arriesgado que los poetas que se limitan a regar sus laureles.

Habiendo trabajado muy distintos registros para independizar a la poesía del lirismo empalagoso que heredamos de Neruda y sus seguidores, sus textos son esenciales, plausibles y directos, y esconden más de un gesto o de una emoción. En ellos se escuchan voces reconocibles. Parra atiende con sigilo al habla y anota, lee y selecciona; es decir, depura el lenguaje que compartimos para mostrarnos lo vivas que están las palabras y la energía natural de las frases que se sostienen en ellas. Con la misma lucidez y sagacidad ha resuelto las múltiples encrucijadas que presentan las traducciones que ha emprendido, como la de Rey Lear de Shakespeare. Aunque es considerado una cumbre del idioma, una autoridad reconocida por escritores como Roberto Bolaño, Ricardo Piglia y Harold Bloom, Parra no ha dejado de experimentar y amplificar el espacio determinado por el arte. Los halagos no detienen su pasión ni afectan sus indagaciones. Si su lucidez es a toda prueba, en parte se debe a que ha sabido cuidarse de las tentaciones comunes en los escritores. No da entrevistas, porque las preguntas -según él- lo interrumpen y desplazan sus pensamientos a otros horizontes. Sus opiniones, dichas en tonos diversos según su humor, siempre están matizadas por los escrúpulos. Parra observa la realidad considerando el principio de incertidumbre y las variables ocultas. De ahí su debilidad por la contradicción. Cree inconducente rechazar o aprobar las disyuntivas, ya que la baraja de la vida posee cartas muy disímiles que se deben jugar cada una en el momento pertinente.

Hace poco me contó que estaba coleccionando frases de niños que aún no hablan con la corrección gramatical que impone la cultura. Parra andaba tras esas expresiones no contaminadas por las ideas predigeridas. Tenía 400 frases que atesoraba en uno de sus infaltables cuadernos con los que se pasea por su casa que mira al mar. Me leyó varias en donde lo poético emanaba sin mediaciones, en donde la inocencia se volvía agudeza y profundidad.

Ayer lo llamé para contarle que va a salir en septiembre el segundo tomo de sus Obras completas y algo +. Me comentó que estaba metido en el Diccionario filosófico de Voltaire. "Era un gran columnista", agregó con ironía y complicidad. Parra sostiene que las columnas de opinión son un género literario al que hay que estar atento. Descree de las distinciones académicas entre ensayo y escritura periodística. La seriedad rimbombante le aburre tanto como la certeza de los catones y tontos graves. Prefiere las preguntas e incógnitas a las respuestas o aseveraciones categóricas. En Voltaire encontró pistas que venía siguiendo desde hace mucho con su memoria privilegiada. Y de él había saltado a los autosacramentales de Calderón de la Barca. En uno de ellos aparecía un tal Vivas, personaje de unos versos que su padre recitaba y que hasta hace poco eran un misterio para él.

Nicanor Parra es imprevisible y asombroso. A sus 96 años es el más joven de nuestros poetas, y por lejos el más sofisticado, pop y conmovedor.

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