Antes de entrar en materia, Antes, pero mucho antes de entrar en espíritu, Piensa un poco en ti mismo, Tomás Lagos y considera lo que está por venir, También lo que está por huir para siempre De ti, de mí, De las personas que nos escuchan. Me refiero a una sombra, A ese trozo de ser que tú arrastras Como a una bestia a quien hay que dar de comer y de beber Y me refiero a un objeto, A esos muebles de estilo que tú coleccionas con horror A esas coronas mortuorias y a esas espantosas sillas de montar, (Me refiero a una luz). Te vi por primera vez en Chillán En una sala llena de sillas y mesas A unos pasos de la tumba de tu padre. Tú comías un pollo frío, A grandes sorbos hacías sonar una botella de vino. Dime de dónde habías llegado. El nocturno siguió viaje al sur, Tú hacías un viaje de placer O ¿te presentabas acaso vestido de incógnito? En aquella época ya eras un hombre de edad, Luego vinieron unas quintas de recreo Que más parecían mataderos de seres humanos: Había que andar casi toda la noche en tranvía Para llegar a ese lugar maldito, A esa letrina cubierta de flores. Vinieron también esas conferencias desorganizadas, Ese polvo mortal de la Feria del Libro, Vinieron, Tomás, esas elecciones angustiosas, Esas ilusiones y esas alucinaciones. ¡Qué triste ha sido todo esto! ¡Qué triste! pero ¡qué alegre a la vez! ¡Qué edificante espectáculo hemos dado nosotros Con nuestras llagas, con nuestros dolores! A todo lo cual vino a sumarse un afán, Un temor, Vinieron a sumarse miles de pequeños dolores, ¡Vino a sumarse, en fin, un dolor más profundo y más agudo! Piensa, pues, un momento en estas cosas, En lo poco y nada que va quedando de nosotros, Si te parece, piensa en el más allá, Porque es justo pensar Y porque es útil creer que pensamos. |
martes, 30 de julio de 2013
PALABRAS A TOMÁS LAGO
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